La última etapa de La Vuelta Femenina 2025 promete emociones fuertes con un recorrido diseñado para las escaladoras más combativas. Este sábado 10 de mayo, las ciclistas partirán de La Robla, en León, para enfrentarse a 152,6 kilómetros plagados de dureza, antes de coronar la meta en el imponente Alto de Cotobello, en Asturias.
La jornada será una auténtica prueba de resistencia, acumulando más de 2.500 metros de desnivel positivo. Desde los primeros kilómetros, el pelotón rodará por un terreno ondulado que servirá de aperitivo antes de afrontar las principales dificultades montañosas. La carrera pasará por las cuencas mineras leonesas antes de adentrarse en las montañas asturianas, donde las rampas se tornan más agresivas y el terreno no ofrece tregua.
Pero sin duda, el gran juez de la carrera será el ascenso final al Alto de Cotobello, una subida de 10,1 kilómetros al 8,2% de pendiente media, con tramos que alcanzan el 12%. Esta cima, nunca antes incluida en La Vuelta Femenina, promete escribir una página memorable en la historia de la carrera. El puerto, rodeado de prados y con vistas impresionantes sobre el valle de Aller, es un escenario ideal tanto para emboscadas tácticas como para ataques individuales a pura fuerza.
La ascensión arranca en el pequeño núcleo de Col.lanzo, a 340 metros de altitud, y desde ahí trepa hasta los 1.198 metros de la cima. La pendiente se endurece pronto, con los primeros tres kilómetros al 9% de media, incluyendo rampas puntuales al 11%. Este tramo inicial será clave para seleccionar el grupo de favoritas, ya que aquí podrían aparecer los primeros desfallecimientos o los movimientos tácticos para aislar a la líder.
A partir del kilómetro 4, la pendiente se estabiliza en torno al 7-8%, pero sin grandes descansillos: la carretera serpentea sin apenas rectas largas, lo que permite que los ataques puedan coger ventaja rápidamente. La subida es además expuesta al viento, especialmente en la parte superior, donde la vegetación desaparece y las vistas se abren hacia las montañas de la Cordillera Cantábrica.
El tramo más duro llega entre el kilómetro 6 y el 8, donde la pendiente vuelve a rozar el 10%, con una serie de curvas de herradura encadenadas que obligarán a mantener un ritmo elevado o pagar el precio del desfallecimiento. Es aquí donde las escaladoras puras, como Demi Vollering o Mavi García, podrían lanzar su golpe definitivo.
El último kilómetro suaviza ligeramente al 6-7%, pero para entonces las diferencias ya pueden ser significativas. La meta, situada en un pequeño alto con vistas espectaculares, será el punto culminante de una ascensión que combina exigencia física, belleza paisajística y dureza psicológica.