La viticultura heroica en Cangas del Narcea es un fenómeno singular que combina tradición, esfuerzo humano y adaptación al medio. Se denomina así por la dificultad de cultivar viñedos en terrenos muy inclinados, con pendientes que en muchos casos superan el 30%, y en parcelas pequeñas y dispersas que impiden la mecanización. Aquí, cada cepa requiere cuidados manuales: la poda, el desbroce y la vendimia se realizan a pulso, utilizando herramientas sencillas y en ocasiones recurriendo a cuerdas para asegurar el trabajo en las laderas. No se trata solo de elaborar vino, sino de mantener vivo un paisaje que de otro modo quedaría abandonado a la maleza y al avance del bosque.

Las condiciones de Cangas del Narcea son extremas para la viticultura. El clima atlántico aporta humedad y lluvias frecuentes, que obligan a los viticultores a vigilar de cerca las enfermedades de la vid. El suelo, rico en pizarra y esquistos, confiere carácter mineral a los vinos y ayuda al drenaje, algo fundamental en un entorno donde el agua abunda. Además, la orientación de los viñedos y la altitud —entre 300 y 700 metros— determinan que las cepas reciban sol limitado y maduren lentamente, lo que favorece la frescura y acidez de los vinos resultantes. Este conjunto de factores convierte a Cangas en un territorio muy distinto a las grandes zonas vinícolas de la península y le otorga una identidad propia.

El cultivo se centra en variedades autóctonas que se han adaptado durante siglos a estas condiciones. Entre ellas destacan el Albarín Negro, el Carrasquín, el Verdejo Negro o el Albarín Blanco, todas recuperadas y puestas en valor tras un periodo de decadencia en el que muchas viñas quedaron abandonadas. Estas uvas, difíciles de encontrar en otros lugares, producen vinos con perfiles aromáticos únicos: tintos frescos, con notas de fruta roja y cierta rusticidad elegante, y blancos expresivos, con un carácter atlántico que recuerda a hierbas, flores y frutas cítricas. La Denominación de Origen Protegida Cangas, creada en 2002, ha jugado un papel decisivo en la conservación de estas variedades y en el impulso de la calidad frente al volumen.

Trabajar en estas viñas supone un reto económico y social. El esfuerzo necesario para mantener terrazas, muros de piedra y viñas centenarias encarece los costes de producción. A ello se suma la falta de mano de obra: cada vendimia requiere cuadrillas dispuestas a trabajar en condiciones duras, y muchos viticultores relatan la dificultad de encontrar personal dispuesto. Sin embargo, la recompensa llega en forma de vinos singulares que reflejan un paisaje, un clima y un modo de vida. Para los productores, cada botella es una manera de contar la historia de un territorio que ha resistido al abandono.

Hoy en día, la viticultura heroica de Cangas se apoya también en el enoturismo. El Museo del Vino, las rutas por viñedos en ladera y la visita a bodegas permiten al visitante comprender de cerca la dureza y el valor de este cultivo. Así que si visitas el suroccidente asturiano, no te olvides de pasar por Cangas del Narcea.