En el suelo de la iglesia de Samartín de Lluiña, en Cuideiru, una inscripción grabada en piedra sigue llamando la atención de quienes cruzan sus puertas: “No pasar de aquí a oír misa los baqueros”. La frase, escrita hace siglos, recuerda a los visitantes que este templo no solo fue lugar de culto, sino también escenario de una discriminación social que marcó la vida de los vaqueiros de alzada, ganaderos trashumantes que durante generaciones convivieron con la marginación en tierras asturianas.
El edificio que guarda esa memoria se levantó entre 1718 y 1726 y se convirtió pronto en el corazón religioso de la parroquia. Su fachada blanca y sus pórticos laterales, añadidos en el siglo XIX, dominan el pequeño caserío de Escalada. Dentro sorprende la amplitud de las tres naves, cubiertas con bóvedas de crucería, y la cúpula que se alza sobre el crucero. Los retablos barrocos, obra atribuida al escultor ovetense Gabriel Antonio Fernández, conocido como “Tonín”, aportan un aire solemne que contrasta con la dureza de la inscripción que divide simbólicamente el espacio entre vecinos y forasteros.
Los vaqueiros, con su modo de vida nómada entre las brañas altas y los valles, fueron durante siglos vistos como distintos, y esa diferencia se convirtió en motivo de rechazo. La iglesia de Samartín de Lluiña conserva también losas que marcaban los lugares de enterramiento según la condición social: nobles, campesinos, niños, forasteros y vaqueiros. La jerarquía llegaba hasta la propia tierra donde descansaban los cuerpos, y este templo es hoy uno de los pocos lugares donde esa realidad puede observarse de manera tan directa.
La Guerra Civil dejó su huella en el edificio, con la destrucción de las imágenes de los retablos y daños en la torre, cuya cúpula fue reconstruida en 1964. Aun así, la iglesia mantiene el carácter sobrio y elegante del barroco rural asturiano, con sus muros encalados y su sólida torre campanario. Declarada Bien de Interés Cultural en 1999, es hoy parada obligada para quienes buscan conocer la historia de Cuideiru más allá de su puerto y sus coloridas casas.
Lejos de ser un recuerdo amargo, el pasado vaqueiro de Samartín de Lluiña se ha convertido en motivo de reivindicación cultural. Cada verano, la parroquia celebra el “mercáu vaqueiru”, una feria que rescata tradiciones y sirve de homenaje a aquella comunidad que, a pesar de los prejuicios, mantuvo vivas sus costumbres y su identidad. Las piedras de la iglesia, que un día simbolizaron separación, son hoy un punto de encuentro entre memoria, historia y orgullo.
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