Pese a que existen muchos otros sitios de europa y del mundo donde se hace sidra, las palabras clave para percibir eso que nos diferencia como un verdadero país sidrero, son tres “cultura sidrera”.

Beber sidra o incluso producila, no hace que un territorio tenga necesariamente un desarrollo cultural especial con ese producto. En Asturies se producen alimentos y bebidas que apenas generan impacto en la cultura y en la sociedad. En cambio, con la sidra ocurre otra cosa. No sabemos con seguridad desde cuando hacemos sidra, pero sí que ha impregnado en la cultura asturiana de muchas maneras desde hace siglos.

La cultura sidrera asturiana está presente en la configuración de las unidades productivas del campo asturiano: las caserías. Estas tienen en las pomaradas uno de sus componentes imprescindibles que han configurado una parte importante del paisaje. La cultura sidrera marca el calendario: el tiempo de mayar, el tiempo de corchar, la primera sidra el año…

Y la sidra se mezcla con la música, la literatura, las formas de ocio: la configuración del bar como espacio social, con las canciones, les espiches como manifestación de difusión y disfrute de la gastronomía, pero sobre todo de la compañía.

Es por ello que en los años últimos está trabajándose para que la cultura sidrera asturiana sea reconocida como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, lo que le daría una importantísima proyección. Las administraciones llevan años declarando bebida oficial a la sidra, y cada vez es más normal verlo en los actos oficiales. Además está haciéndose hueco en el alta gastronomía y generando productos nuevos o evolucionados, como la sidra brut, la sidra de hielo o los vermús de sidra.

Estos avances no deberían hacernos olvidar que la responsabilidad de cuidar la cultura sidrera asturiana y conseguir que siga siendo una parte importante de nuestra sociedad, es también de nuestro. Hace falta seguir trasmitiendo a la infancia las tradiciones: recoger manzana, mayar, echarlo al lagar y dejarlo pingar, tomar sidra del duernu con castañas en los amagüestos, en otoño, meter a los toneles y a las pipas, corchar…

Y ya de jóvenes, saber echarlo y saber beberlo. Con responsabilidad y también cuidar utilizaciones lingüísticas, porque no perder la forma de llamar a las cosas del mundo sidrero por su nombre, es también proteger y le da futuro a la sidra y a su cultura, una parte importantísima de la cultura asturiana.

¡Qué muy pronto podamos tomar unos culines y compartir el vaso de nuevo! Pero siempre de sidra hecha con manzana de Asturies, ya sea amariega, guija, coloraoa, durona, limón montés, rojiblanca, solarina, elevación, xosefa, xuanina o cualquiera otra triba, siempre que tengan la garantía de producirse aquí, en Asturies que es lo que garantiza la DOP Sidra de Asturies.