La romería es una costumbre interesantísima y muy fijada en la sociedad asturiana. Todas las romerías asturianas tienen una forma muy parecida: hay una peregrinación al santuario y allí, en un sitio a poder ser llano y apropiado, se organiza una fiesta muy variada, en la que no falta mercado, tiendas, música y baile. No faltan, entonces, en la romería asturiana las barracas donde se vende sidra y, en las zonas occidentales, el vino. Hay también muchos puestos en los que se venden golosinas y todo tipo de dulces. Los comerciantes que ponen su tenderetes llegan la víspera para que todo esté bien preparado para el día de la celebración. Después de la misa y la procesión, es cuando llega el tiempo de la comida. Los romeros que proceden de afuera y no están invitados por alguna de las casas tiene que llevar cosas para comer.

La jerarquía eclesiástica no veía con buenos ojos los excesos que a veces había en las romerías y así puede verse en las “Constituciones Synodales del Obispado de Oviedo” (Salamanca, 1786), en las que se prohíbe, con pena de excomunión, ir a los bailes que por la noche se hacen en las romerías y alrededor de las hogueras en general. Es probable que influyeran en él las opiniones negativas del padre Feijóo, porque este ilustrado criticó el ambiente desordenado de las romerías. En cambio, el gran pensador Melchor Gaspar de Jovellanos, otro ilustrado, en su Carta octava a Ponz” veía con simpatía las costumbres de las romerías y su efectos favorables para el campesinado, yendo así a la contra de Feijóo y criticándolo porque sus razones tenían “mala lógica” y su argumentos eran frívolos.

Era una costumbre muy fijada comprar los perdones, que eran las cosas que se compraban en los puestos de venta para llevar como regalos de casa o las amistades. También había acciones menos pacíficas, especialmente a la hora del baile, que en tiempos pasados se hacían a la luz de las hogueras y con la música que salía de la gaita y del tambor, invitando así a bailar piezas tradicionales. Efectivamente, no era raro que hubiera peleas y los jóvenes estaban bien habituados a las disputas. No había, generalmente, fiestas sin pelea y por eso los jóvenes de los diferentes lugares solían ir con palos a bailar. Aunque no era frecuente que hubiera consecuencias trágicas, sí había heridos de un pueblo o de otro al final del baile.

La asistencia a las romerías ha menguado mucho y las que ahora se hacen tienen un aquel bien diferente de las antiguas. Hoy se va a la romería en coche y la zona donde está la fiesta tiene que tener un gran aparcamiento si se quiere que pueda ir gente. Se perdieron algunas formas de diversión, que ahora tiene otras expresiones, y los bailes modernos sustituyen a los tradicionales que ahora siguen haciéndose, pero nada más como actuación folclórica, aunque la verdad es que estas actuaciones tienen un gran interés por la connotación identitaria que hay en ellas.