Máximo Fuertes Acevedo, polígrafo hasta ser casi un hombre del Renacimiento, murió hace 131 años, dejando un enorme legado de estudios a pesar de la brevedad de su vida, de solo 57 años.

Hoy su nombre da lugar a una calle en Uviéu y al premio por excelencia de ensayo en lengua asturiana. De forma más que merecida, ya que si algo hizo Máximo Fuertes Acevedo (1832-1890) fue patria y estudio. Hay que decir, eso sí, que tampoco lo tuvo difícil, ya que el ovetense procedía de una familia rica: su padre era consultor del obispado, y él mismo destacó en los primeros estudios que, en Uviéu, le proporcionaron conocimientos humanistas, científicos y literarios. Para 1849, el año en que comenzó la universidad, quien sería destacado polígrafo -esto es: que escribe, y con soltura y realengo, de muchas y muy variadas cosas- asturiano ya tenía nociones de las ciencias naturales, de la filosofía y del derecho y, además, de lengua griega. Se licenciaría en 1856, ya en Madrid, llegando a destacarse en distintas facultades como un docente de capacidades innatas en la enseñanza de la Historia Natural y las ciencias naturales.

Uviéu, Santander, Figueras, Badajoz fueron sus destinos en una época en la que, ya lo ven, al profesorado también se le hacía ser culo de mal asiento. Poco hemos cambiado en los más de ciento cincuenta años que median entre Fuertes Acevedo y nosotros. Pero, y si se movió tanto de un lugar a otro, ¿por qué destacarlo como ensayista en el mundo asturiano? Fácil: la pluma de Fuertes Acevedo transitó por todo tipo de temas, incluso hasta por el darwinismo, que defendió denodadamente en una época en la que no era fácil hacerlo. Tampoco para Fuertes Acevedo, que pagó con creces el atrevimiento al ser destituido como director de instituto. Pero también escribió sobre la vida del marqués de Santa Cruz de Marcenado, tirando por las humanidades, o, en el ámbito más científico, elaboró un extenso manual sobre mineralogía asturiana, referencia durante no pocas décadas en el estudio de la misma.

Otro de sus ensayos, dedicado a los escritores asturianos, fue comprado por la Biblioteca Nacional, aunque no publicado. Y, por supuesto, aunque no le diera puntos para la cátedra, también divulgó estas y más ideas, para el común de los mortales, desde sus tribunas de ‘El Carbayón’ o la ‘Revista de Asturias’, donde, por cierto, sí pudo llegar a ver la luz su ambicioso ‘Ensayo de una biblioteca de escritores asturianos’. Engorroso mundo, bien lo supo Fuertes Acevedo en sus días y poco ha cambiado desde entonces, el de poder llegar a divulgar con libertad. En el caso del carbayón, y aunque los méritos se le fueran a reconocer con creces… quizás llegaron un poco tarde.