El pintor gijonés Evaristo Valle se interesó por el mundo del antroxu y lo reflejó en sus pinturas constituyendo uno de los temas más característicos. La temática apareció pronto en sus pinturas y tuvo una larga evolución donde se pueden hablar de cuatro etapas: 1) Primeras mascaradas; 2) Mascaradas de transición; 3) mascaradas maduras y plenas, y 4) Mascaradas de posguerra.

Es difícil encontrar elementos etnográficos en este tipo de obras. Sin embargo, se puede ver la influencia del tiempo que vivió en Pola de Siero y en Noreña donde estuvo en contacto con los guirrios y los sidros.

Los guirros y sidros eran comparsas de jóvenes que entre Navidad y el día de Reyes recorrían diferentes pueblos haciendo representaciones y pidiendo el aguinaldo. Los sidros no son exclusivos de la zona de Siero. Se encuentran en otros concejos asturianos con características similares y recibiendo otros nombres como zamarrones o bardancos.

Aunque haya habido mascaras en otras zonas de Asturias las que influyeron en Valle fueron las de Siero. Sin embargo, ninguna de sus obras refleja de forma íntegra los personajes de estas celebraciones. El pintor se limitó a representar elementos individuales, sueltos y en ocasiones elementos concretos o características generales de las mascaradas invernales. Dentro de la obra llamada «Los guirritos» se pueden observar dos clases de vestimenta; los guirrios y la compuesta a base de pieles de oveja blanca. Ambas indumentarias son propias tanto de la zona de Siero como de otras zonas asturianas. Como peculiaridad dentro de la producción de Valle se puede señalar la ausencia de figuras que no portan los cencerros, caracerística principal de los sidros.

Dentro de las creaciones de Evaristo Valle sobre el antroxu se puede destacar «Carnavalada en Cimadevilla» donde el personaje central lleva colgado de la cintura varios peces. Las figuras de manera común llevan un cucurucho o capirote en la cabeza, y en otras ocasiones se visten con zaleas. Valle también pintó «Carnavalada de los osos» y «Carnavalada de los lobos», en este caso no quiso concretar dónde los había visto. A lo largo de todas sus creaciones se encuentran los personajes típicos como el diablo, los «chabasqueiros» y «basoiros» en el Occidente, el «cenicero», el «cipriano, el hojalatero», la vieja o la dama. El que más destaca siempre es el sidro que aportaba movimiento y dinamismo a las pinturas, una característica esencial de sus pinturas.