Recibía el nombre de su procedencia en los astilleros gijoneses, y su fin supuso una de las mayores tragedias navales de aquellos tiempos: tal día como hoy, pero de 1884, naufragó en aguas gallegas el ‘Gijón’ después de chocar contra el inglés ‘Lexham’. Hubo 116 muertos.

Aún sigue teniendo Oscar Olavarría una calle en Xixón con sabor a mar: la que sigue desde la subida de la Colegiata, ya en Cimavilla, desde la Plaza del Marqués. No podría haber mejor sitio para honrar a un naviero que hizo historia en la ciudad, siendo como fue también uno de los fundadores de El COMERCIO, y para el que no fue un buen día -no nos cabe duda- el 21 de julio de 1884

Y eso que el ‘Gijón’ ya no era de él. Pero creo, queridos lectores, que para un buen naviero un buen barco sigue siendo suyo toda la vida, aunque tome rumbos distintos. No en vano el ‘Gijón’, impresionante barco correo con capacidad para ochocientos pasajeros y 100 miembros de la tripulación,  88,52 metros de eslora, 10,99 de manga y 7,60 de puntal, se nombraba con el nombre de la ciudad en la cual también puso su granito de arena para la Historia Óscar Olavarría. Aunque adquirido tiempo atrás por la empresa de Antonio López, el barco recibió ese nombre por su procedencia, y en el julio de 1884 estaba destinado a viajar de A Coruña a La Habana portando en su interior harina, carbón, 114 pasajeros y 80 tripulantes, así como gran número de botes salvavidas.

Pero nunca llegó. Ese día, el 21 de julio de 1884, en la Costa da Morte gallega, en el cabo Vilán, colisionó contra un mercante inglés, ‘Lexham’, en lo que se va a sentir como uno de los peores accidentes navales de la época, porque los muertos llegan a ser 116, y tal impacto produjo que cambió varios planes y ejecuciones de lo que sería, en unos años, el faro de Hércules. Quiso el infortunio que aquel día reinara la niebla sobre el mar Cantábrico y que el ‘Lexham’, poco avezado a aguas bravas como las gallegas, se perdiera entre ella. No pudo haber reacción. A las ocho de la tarde los ingleses chocaron contra el ‘Gijón’ y, aunque los elementos dieron varios minutos de tregua, permaneciendo unidos los barcos durante un tiempo sin irse a pique, en esta ocasión falló la intuición humana: todo parecía indicar que el barco que iba a correr peor suerte era el ‘Lexham’, por lo que varios tripulantes pasaron a pie del buque inglés al Gijón.  

Fue un error. Ese día se hundieron los dos barcos. Resultaron 110 muertos del ‘Gijón’ y seis del ‘Lexham’, aunque la cifra exacta de decesos no se supo hasta mucho después: la tragedia, aunque enorme, quedó ligeramente aminorada en la memoria de la sociedad de 1884 después de que cincuenta y seis pasajeros a bordo de un bote salvavidas fueran rescatados por el buque ‘Santo Domingo’, otros dieciséis por un buque inglés, trece por un barco francés y otras diecisiete, finalmente, acabaron en las costas ingleses, auxiliadas como el resto de los supervivientes que acabaron en A Coruña o Muros. Menos era nada.