El oro se nos oferta en la naturaleza de diversas formas pero, comúnmente lo que da lugar al elemental sistema del bateo es el aprovechamiento de los arrastres que hacen las aguas del río sobre las piedras de cuarzo que, en medio de las nubes y chaparrones, rompen liberar pepitas de oro que llevan en su interior. Estas pepitas son laminadas por los cantorrodados quedando separadas en múltiples y pequeñas partículas que, a causa de su alto peso específico (19,3) van depositándose en las veras. Para recoger estas pepitas, se precisa una batea, una especie de criba que se llena de arena, y se sumergir en el agua. Al agitar, el oro va depositándose en el fondo dejando el resto de material en la parte superficial que a través de diferentes movimientos, van flotando paulatinamente hasta que lo único que queda en el fondo es el oro.

Además del museo, la visita puede complementarse con la realización del taller de batéu de oro, donde los visitantes podrán aprender el ancestral técnica del batéu. Además, desde el pueblo sale la ruta de la Huella del Oro, un paseo de 1,5 kilómetros, donde pueden ver señales aún visibiles de la gran explotación romana llevada a cabo en la zona.