La historia del 25 de mayo de 1808 es muy famosa, pero algo menos conocido es el papel que tuvo una mujer, María Josefa Francisca González y Suárez, mejor conocida como Marica Andallón. Es por eso que hoy vamos a viajar en el tiempo y conocer su hazaña.

Bautizada en la parroquia ovetense de San Tirso, Marica Andallón fue hija de Pedro José, natural de Oviedo, y de Isabel, natural de Mieres. De joven, Marica Andallón trabajó en las tabernas que poseía su padre en la calle ovetense de Jesús y en la plaza del Fontán. Tuvo una hija de soltera, acogida en el Real Hospicio y llamada Isabel Iglesias. Como sirvienta de la familia Sierra salió de la capital asturiana y residió sucesivamente en Madrid, Andalucía, París y Burdeos. A continuación regresó a Oviedo, donde trabajó y vivió en un establecimiento de comestibles ubicado en la calle del Rosal, n.º 22. Marica Andallón adquirió notoriedad a raíz de los acontecimientos de mayo de 1808.

El día 9 los magistrados de la Real Audiencia de Asturias intentaron fijar el bando del Consejo de Castilla que contenía la Orden de día 2 del duque de Berg, dictando severas medidas contra posibles nuevos amotinamientos de la población española. A dicho intento se opuso la multitud que en ese momento ya conocía tanto la rebelión del día 2 en Madrid como la más reciente del 5 en Xixón. Entre quienes manifestaron su oposición se encontraban diversos diputados de la Xunta Xeneral, clérigos de la catedral, obreros de la fábrica de armas, estudiantes de la Universidad, el procurador general y el alcalde de Oviedo. También varias mujeres, entre las que destacaron Joaquina Bobela y Marica Andallón reclamaban la retirada del bando. La primera abandonó Oviedo las cuatro veces que las tropas francesas ocuparon la ciudad entre 1809 y 1813. En cambio, la actitud de la segunda fue bien distinta. Según parece, contribuyó a evitar el fusilamiento en el Campo de San Francisco de varios significados afrancesados (el 19 de julio de 1808). Conocedora de la lengua francesa, colaboró en la atención a heridos y enfermos tanto españoles como franceses, en los hospitales de Santa Clara y San Francisco, así como a las jóvenes acogidas en el Real Hospicio. El mismísimo general Bonet, comandante en jefe de las fuerzas de ocupación, estuvo a punto de hacer fusilar a un soldado francés que había intentado agredirla.

Atendida por su hija y por su nieta Felisa, Marica Andallón malvivió en la ovetense calle del Matadero hasta los ochenta y seis años de edad, pasando su muerte totalmente inadvertida. Hoy, hacemos reconocimiento de su valentía.