Muy joven, a los cincuenta años, falleció Carlos Tartiere. Lo haría en Xixón, después de haber consagrado toda su vida al deporte y a la ciudad de Uviéu, donde apostó por la fusión de sus dos clubes futbolísticos

Si hoy honramos a Carlos Tartiere como el impulsor que fue de no pocas disciplinas deportivas en Asturias y como fundador y presidente del Real Oviedo fue por un sueño: el de la dinamita. Con ella también se puede, en efecto, soñar como lo hizo, en el último tercio del siglo XIX, su padre, el bilbaíno (y de raíces francesas) José Tartiere Lenegre. Ingeniero de profesión, la saga de los Tartiere, en su rama paterna, se inició con su figura allegándose a la región para crear pólvora en su propia sociedad, “Santa Bárbara”. Carlos sería su hijo menor y, con el tiempo, el más conocido en los círculos deportivos regionales a pesar de una breve vida que se zanjó un 31 de julio de 1950, en la finca de Somió (Xixón) donde veraneaba, y a los cincuenta años, dos menos de los que tenía su padre José cuando él nació.

Si José fue el emprendedor, su hijo Carlos sería desde su juventud el ‘sportman’. Y de qué manera: cuenta, por ejemplo, La Voz de Asturias en junio de 1924 que «en lujoso automóvil llegaron a la Industrial Asrturiana de Moreda los jóvenes ‘sportmans’ don José y don Carlos Tartiere, hijos del opulento hombre financiero Excelentísimo señor Conde de Santa Bárbara de Lugones (…) Apenas abandonado el auto, todos ellos montaron en briosos caballos que al efecto les tenían preparados, encaminándose a visitar los criaderos de hulla que en el Coto denominado ‘Cabramoza’ explota en términos de Agüeria la ya mencionada empresa». Destacado tirador en competiciones de tiro de pichón, Tartiere también se casaría con Maruja Díaz Villamil al año siguiente y, al que siguió, hizo historia: apostó por la unión del Stadium Club Ovetense y el Real Club Deportivo de Oviedo que daría lugar, en 1926, al Real Oviedo CF.

«Sigo considerando la unión como el fin del problema que ha estancado la vida deportiva en Oviedo», dijo, a preguntas del diario ‘Región’, en marzo de ese año. «Por el bien de Uvieu, por la prosperidad de mi querido Uvieu, sería capaz de todos los sacrificios que hicieran falta». Y así fue: a los pocos días de aquella entrevista, se constituyó, con Tartiere al frente como presidente, el club de fútbol al que consagró lo que le quedaba de vida, sin dejar, por ello, el tiro al pichón. Hace ahora setenta y un años, murió Tartiere y con ello llegó la conmoción. «Cientos de llamadas telefónicas y de telegramas de condolencia recibidos en el hogar doliente en toda la tarde y noche de ayer dieron ya, en principio, la medida del dolor que la desaparición de tan ilustre hijo ha despertado en todos los ámbitos de la provincia, que pierde con él un prototipo de hombre bueno, inteligente y cordial», dijo EL COMERCIO al dar la luctuosa noticia. Todo un personaje.