El otoño en Asturies es sinónimo de la época del amagüestu, una fiesta pagana que parece que tiene su origen en las tribus celtas, cuando recogían castañas por los bosques, en la que es la última época de tierra fértil del año.

            La costumbre de los celtas era comer castañas asadas para liberar las almas de los purgatorios, porque cada castaña simbolizaba un alma de un difunto. Hay quien dice que al terminar tiraban las castañas al suelo diciendo “¡Esto es para que coman los difuntos!”. Por supuesto, las castañas debían ser asadas primero, ya que el fuego purificaba estas “almas”, aparte de que les da un sabor muy agradable.

            Hoy en día, seguimos comiendo esas castañas asadas en compañía de amigos, amigas y familiares en un ambiente agradable, colocando las castañas al fuego y pegándoles un meneo con un palo para que reciban completamente el calor. Al terminar disfrutamos de su sabor mojando la garganta con un vasito de sidra dulce, esa que tanto les gusta a los niños, igual que jugar en el campo al aire libre, en mitad de algún bosque recibiendo últimos rayos de sol del año. Y es que la sidra dulce ha acabado dándole un añadido especial a esta costumbre celta, haciéndola agradable y recomendable para gente de todas las edades. Porque la sidra dulce no le gusta sólo a los niños, sino también a los papás, a las mamás, a los abuelos y a las abuelas. Una oportunidad de tener un bonito almuerzo festivo en el campo o en casa con toda la familia al que en algunas zonas se une el baile de la Danza Prima.

            Aunque es verdad que en los últimos años esta tradición no está ya tan extendida, son varios los medios en los que está recuperándose, sobretodo en ámbitos escolares, con un evidente sentido de dar a estas celebraciones un significado de identidad. Pero en estos tiempos en los que salir no parece la opción más recomendable, ¿qué mejor que asar unas castañas en casa y acompañados de sidra dulce, reviviendo esta tradición tan bonita?