Quizás Esther Sastre no sea una de las deportistas más conocidas de la historia del deporte. No es un “Villa” o un “Fernando Alonso”, pero sin duda rompió el molde hace bastante tiempo. De ahí que le dedicaran una calle en Gijón.
Su historia se remonta a unos años antes de la guerra civil, el 12 de septiembre de 1930, cuando se celebraba en Gijón el que en aquellos momentos se consideraba el mayor derby de natación de Asturias: dos kilómetros y medio nadando en el Cantábrico. Y ahí estaba Esther Sastre, con 20 añitos dispuesta a ser la primera mujer en participar en esa competición, pese a estar en desigualdad de condiciones. Y es que los trajes de baño que llevaban las mujeres en aquella época, más destinados a esconder el cuerpo femenino que a que nadasen con comodidad, pesaban el doble que los bañadores de los varones. Y aunque no ganó la carrera, fue capaz de acabarla con éxito (rechazando la ayuda de la canoa de salvamento) y fue la protagonista de los periódicos al día siguiente.
Aquel día Esther dio un paso muy grande para la igualdad de las mujeres que, casi cien años después, siguen dándose pasos poco a poco en un mundo, el del deporte, en el que una mujer aún debe alcanzar el doble de éxitos que un hombre para tener cierto reconocimiento.
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