Aunque, hoy en día, ya no se haga de manera oficial y lo que podemos ver con representaciones de grupos folklóricos y de conservación de la tradición, el filandón era parte del día a día tras el comienzo del otoño y, sobre todo, en los fríos días de invierno. En algunos lugares también se llama fila o polavila. En la zona occidental es común el nombre de filazón. Sea con el nombre que sea, esta tradición asturiana merece ser bien recordada.

Eran reuniones de mujeres en casa de algún vecino para hilar alrededor de la lumbre, se realizaba en las tarde invernales. Con el paso del tiempo se le fueron sumando hombres y jóvenes al trabajo. Los primeros, se dedicaban a contar historias. Por otra parte, los jóvenes iban a cortejar a las mozas. Para pagar el gasto de luz, las mujeres hilaban un día a la semana para el vecino que ponía la casa.

Como en otras celebraciones, a los jóvenes se les permitía la entrada al filandón para cortejar, pero con control, a la vista. Cotilleando estaban las madres y las abuelas, mirando a ver quién estaba charlando con las niñas. Y como en otras ocasiones, también estaba intervención de los guardianes de la moral. Párrocos, obispos y autoridades civiles y eclesiásticas que publicaban bandos y sermones advirtiendo de lo peligrosas que eran estas reuniones y de sus «peligros».

Las canciones del filandón

Como es habitual en los trabajos, el filandón también tenía canciones populares que se cantaban mientras se desarrollaba la tarea:

Texedora, el to telar
d’oru tien la llanzadera
quien la pudiere robar
y al telar y a ti con ella


Tres coses quixere
si dios me les diere
la texedora, el telar y la que texe


Cola rueca nuna mano
y el fusu na faltriquera
voi pa casa la vecina
a marmuar de vida ayena