El puente del beso, de origen medieval es uno de los siete puentes que existen en la villa de L.luarca en el occidente de Asturies. Es el penúltimo que cruza el río Negro y da acceso peatonal al barrio de pescadores denominado “Pescadería”, así como el acceso a las playas desde el centro del casco urbano de L.luarca. Sobre este puente hay una romántica leyenda de piratas y doncellas. La leyenda del Puente del Beso cuenta la historia de un temido pirata, el pirata Cambaral, que asolaba las costas de L.luarca y que fue apresado por los hombres del gobernador de la villa de L.luarca. Mientras estaba retenido, el bravo pirata y la hija del gobernador se enamoraron perdidamente. Ambos amantes decidieron planear su fuga, pero el padre de ella, enfurecido por su traición, los decapitó sin compasión mientras se besaban en el puente.

La leyenda del puente del beso comienza en las de Argel y Tingitania y llega hasta nuestros mares cantábricos una pequeña flota de piratas berberiscos que, con sus continuas incursiones, tenían atemorizados a todos los pueblos de la costa desde Avilés hasta Navia. Los barcos berberiscos, más pequeños, ágiles y ligeros que los grandes barcos de la flota del rey, escapaban de continuo de todas las persecuciones y parecía que fuera imposible detenerlos nunca. Mandaba la flota pirata llamado Cambaral, famoso por la extrema crueldad que mostraba en sus asaltos y por lo ingenioso de sus ataques.

Cansado de las tropelías que cometían los berberiscos, el señor de la fortaleza de L.luarca, también conocida como L’Atalaya, decidió que ya era hora de acabar con ellas y que, dado el fracaso de la flota real, se hacía necesaria una nueva estrategia que facilitara su captura. Embarcando a sus más fuertes y aguerridos guerreros en sencillas embarcaciones de pesca, bien disimulados entre sus aparejos y artes, salieron a la mar a esperar que apareciese la flota berberisca. A pocas millas de L.luarca, se pusieron a pescar con la intención de que los moros los viesen como una presa fácil y de que les asaltaran.

Cuando llegaron los barcos berberiscos y vieron las barcas de pesca, se lanzaron a su ataque. Cuando se acercaron a ellas vieron que de ellas salían decenas de guerreros perfectamente armados y preparados para el abordaje, y que eran las inocentes barcas las que les atacaban a ellos y no al contrario. El combate fue largo y cruento y de la batalla naval salieron victoriosos los luarqueses.

Cambaral fue hecho prisionero, cargado de cadenas y conducido a la fortaleza de L’Atalaya, en cuyas mazmorras lo encerraron sin curarle siquiera las heridas. Mientras el señor de L.luarca y sus aliados festejaban el triunfo y preparaban los despachos para anunciarle al rey la victoria. La hija del señor era una bella chica de gran corazón y por eso esta pidió permiso para curar sus heridas y se dirigió a las mazmorras.

Cuando a la muchacha llegó a la mazmorra a penas había luz, pero no fue necesario verse para que entre ambos surgiera el amor. Cuando la chica comenzó a curarle las heridas Cambaral comenzó a sentir lo que todas sus batallas le habían ocultado. Él era huérfano de corazón, sus fechorías no lo habían evitado nunca y que nunca lo evitaría, que podía hallar descanso y sosiego, al fin, en este amor que se le ofrecía. La hija del señor, que nunca había sentido las punzadas del amor noble, curó las heridas casi con veneración, pero también con una congoja que la atenazaba, pues conociendo bien a su padre, sabía cuál iba a ser el destino de Cambaral y, por ende, más que probablemente, el suyo.

En aquella semioscuridad se declararon su amor mutuo y se hicieron promesas grandilocuentes. Pero cuando Cambaral se recuperó de sus heridas, volvió a emerger en él su audacia y su ingenio, y planificó la fuga de ambos. Fue una huida alocada, sin posibilidades de éxito, pero los ojos de los amantes no venían sino el momento en el que su amor podría al fin desplegarse, herirse con sus besos, consumarse en su pasión. No veían otra cosa que esa determinación cuando bajaban hacia el puerto desde la fortaleza, escondiéndose en las esquinas, corriendo atropelladamente y buscando el barco de Cambaral.

El señor de la fortaleza ya había sido avisado de la fuga y, con un destacamento de tropas, esperaba a los amantes en el puerto. Allí acabaron sus sueños y pusieron a prueba todas aquellas promesas que se habían hecho; viendo imposible la huida, Cambaral abrazó a la hija del señor de Luarca; ambos se miraron como si estuvieran diciendo algo que no se puede decir; ambos se besaron como si ya nunca más se pudieran besar.  Al ver esta escena el señor de Luarca, loco de ira, incapaz de soportar aquel beso cortó ambas cabezas, las cuales cayeron a las frías aguas del puerto, justo donde años después se levantaría el llamado Puente del Beso.

La leyenda de Cambaral ha dejado una gran huella en la villa de L.luarca. El barrio de pescadores lleva su nombre y se suele distinguir dentro de él el Cambaral Alto, que es donde habría estado la fortaleza y Cambaral Baxu, que es donde está el muelle.