Ciento treinta millones de pesetas fueron las que se llevó ETA (pm) del atraco al Banco Herrero en Uviéu, hasta la fecha el más grande de Asturias, pero no el único de este tipo.

Ocurrió hace cuarenta y dos años y fue uno de los mayores efectuados jamás en España el atraco que, en la madrugada del domingo ocho al lunes nueve de julio de 1979 acabó con ciento treinta millones de pesetas menos en la sucursal del Banco Herrero de la calle de Fruela, en Uviéu. El objetivo estaba claro: financiar la lucha armada del grupo terrorista por medio del asalto a entidades de diverso tipo, como previamente ya se hiciera en el Hospital General de Asturias, en octubre de 1978, o, el 5 de mayo de 1969, en el Hogar de San José. De aquellos atracos previos, efectuados a punta de pistola, ETA se había llevado un montante de más de veinticinco millones de pesetas, además de un escaso alijo de armas procedente de los guardas del Hogar, y unas amistades que estaban por morir hace, precisamente, ahora cuarenta y dos años: los CAR (Comités d’Aición Revolucionaria), el intento más extremo, pero breve, de un nacionalismo armado asturiano.

Infinidad de flecos se entrelazan en esta historia de la Transición por la cual la acción armada izquierdista volvía a actuar en Asturias, como en los años veinte hicieran -aunque desde otro punto de vista ideológico, otras formas y otros matices- los libertarios que atracaron el Banco de España de Gijón (1923) o la Banca Maribona avilesina (1932). De modo que intentaremos resumirlos como buenamente podamos: resultó que esa madrugada, un grupo de pistoleros irrumpió en la casa del apoderado de la oficina del Banco Herero, reteniendo a sus familiares y llevándole a él para hacer de particular ‘caballo de Troya’ a la sucursal de Fruela. Un atraco silencioso y paciente, efectuado a primera hora de la mañana, cuando los empleados comenzaban a llegar y utilizando las llaves del cajero y de dos apoderados para abrir la caja fuerte. Se llevaron todo lo que había en ella: ciento treinta millones de pesetas. 

Pero los etarras no actuaron solos. De diecinueve atracadores, siete eran asturianos y militantes de los Comités d’Aición Revolucionaria, el brazo armado -dizque también involuntario- del CNA (Conceyu Nacionalista Astur). La intervención de los nacionalistas asturianos tendría consecuencias desastrosas para el proyecto que, desde sectores más moderados, impulsaban otro tipo de asociaciones: tras varias semanas escondidos en la casa de uno de ellos y con los millones escondidos en una casa de San Cloyo, los terroristas fueron arrestados y juzgados severamente no solo por los tribunales, sino también por la opinión popular. Las penas oscilarían entre la absolución para dos de los atracadores y los veintiséis años para Juan Emilio Carvajal, que cumplió trece.

El dinero, destinado al pago de las nóminas de los mineros que se habrían de efectuar tal día como hoy, hace cuarenta y dos años, desapareció. Lo propio haría, también, el CNA, muy tocado por el suceso, por más que intentase desvincularse de los CAR. Ocurrió en 1979, pero las consecuencias, como ven, fueron múltiples y largas en el tiempo.