Para hablar de la etología del poni asturcón contamos con el magnífico trabajo del biólogo Jorge Jáuregui Campos, que a lo largo de tres años, entre 1992 y 1995, realizó un exhaustivo trabajo de campo estudiando detenidamente su comportamiento, las costumbres de los diferentes ejemplares de la manada, así como la territorialidad entre los distintos grupos de la sierra.

En primavera, tras las largas invernadas, llega el momento en el que se incrementa el número de ejemplares del corro, abarcando la época de nacimientos desde marzo hasta finales de julio. Los potrillos comienzan su desarrollo rápidamente; desde el momento mismo del nacimiento, en su primer día, ya son capaces de trotar, los calostros y la leche materna serán su único alimento los primeros días, pero el asturcón joven no tardará en alternar la leche con el pasto. Brincos, carreras y peleas a modo de juegos dan a los corros una alegre viralidad. Pero esta alegría puede verse truncada de repente. Los lobos, hábiles cazadores, acechan continuamente a los potrillos, pesas mucho más asequibles que los adultos. Bajo la protección de éstos al abrigo de la manada, que se cierra sobre sí ante el peligro, los ataques no siempre terminan en matanza.

Los sementales en este tiempo no dan abasto, sobre todo si las manadas son grandes, no sólo por la necesidad de controlar mucho más a sus yeguas, sino también porque deben vigilar a los otros sementales, rechazándolos para evitar que les quiten alguna hembra.

Al llegar el verano el vigor primaveral del semental disminuye considerablemente. Ya no permaneces tan cerca de las hembras y no las reúne con el mismo empeño. Ellas se ocupan de sus crías. Por todas partes florecen los brezos pintando el paisaje de color violeta, y los helechales están en pleno apogeo. Para evitar a los tábanos y las molestas moscas, las manadas buscan el fresco de los lugares sombríos.

Según va llegando el otoño, aparecen las primeras heladas y comienza a crecerles el pelo que les protegerá del frío. Es en este tiempo cuando se produce uno de los trabajos más importantes: el marcaje. Varios hombres duchos bajos los corros del monte dirigiéndolos hacia algún camino angosto, o al interior de un pescaderu, en el que se pesquen las crías. Como en esta época el pelo es largo y muy espeso, se les esquila en el muslo y posteriormente se marcan con el hierro, además de un nombre y un chip para asentarlos en el registro oficial de la raza.

Durante el invierno los asturcones presentan un aspecto muy distinto al del verano. La larga pelambre les proporciona un buen abrigo. En ocasiones, cuando hay grandes nevadas, se ven impedidos para encontrar vegetación alguna, encontrándose aislados durante días sin posibilidad alguna de alimentarse. Es entonces cuando, para engañar al estómago, se comen entre ellos las crines y las cerdas de la cola, hecho éste que forma parte de la leyenda de nuestros ponis.