Cuando planeamos una escapada agradable, pensamos en montañas, playas, rutas, caminos, miradores, bosques y hasta alguna iglesia bonita. Pero hoy os propondremos una escapada acorde con los tiempos en esta semana de la noche de las ánimas: un cementerio. Concretamente, el cementerio de L.luarca, en el concejo de Valdés.

            Este cementerio está lejos de la imagen oscura y tétrica que todos tenemos de los cementerios, ya que este tiene una localización privilegiada. Está situado en lo alto de una atalaya, sobre un promontorio que antiguamente servía para defenderse de los ataques venideros del mar, generalmente de Francia e Inglaterra, hasta que se convirtió en cementerio en el año 1813, lo que hace de él uno de los cementerios más antiguos de Asturias. Pero no es su curiosa historia ni su antigüedad lo que más nos llama la atención de este cementerio, si no sus pasmosas vistas, dignas de los mejores miradores marítimos.

            El cementerio acaba convirtiéndose, casi sin querer, en una figura retórica sobre la vida, no sólo por esas vistas tan agradables hacia la mar que, como si de un poema de Jorge Manrique se tratara, funciona como metáfora de la muerte, si no también por la tranquilidad, paz y relajación que transmite la visita a este lugar, como si encontrásemos el descanso eterno en vida. Y como si de nuestro viaje de la vida se tratase, en uno de los extremos del camposanto tenemos el faro que nos guía al final de nuestro viaje, donde los majestuosos panteones (muchos de ellos de indianos que ganaron dinero en sus migraciones) y las tumbas más modestas, se unen con el destino que todos tenemos en común bajo tierra.

            La extraña belleza de este peculiar sitio la tuvo en cuenta la revista “Adiós”, una revista especializada en el tema de la muerte que propuso este cementerio como candidato al más bonito de España.

            Finalmente, como curiosidad, en este cementerio descansan los restos de Vicente Trelles, uno de los fundadores de ALSA, y el premio Nobel Severo Ochoa.